14 jun 2008

Y EL VERBO DE HIZO CANTO : EL ALMENDRO DE ONDE LA TERE

Por Carlos Mejía Godoy

Era el Somoto de l953. Con diez años cumplidos, me quité
los pantalones chingos, para calzarme el primer pantalón de remaches, encargado especialmente a Chinto Flores, que viajaba a San Marcos de Colón, Honduras. El mejor zapatero del pueblo, Don Julio Delgadillo, me hizo un par de “burros”, que parecían diseñados para trepar la cumbre del Cerro Picudo.

Los Domingos, religiosamente, al salir de misa, había que cumplir con una especie de ritual: pasar saludando a mi bisabuela, Mamá Josefina: una recia matrona de 105 años, absolutamente lúcida, como para llevar con rigor y autoridad ese hermoso barco de la Familia Armijo, que con sus cuatro pianos, poblaba de valses vieneses la Calle Real.

Todos los miembros de este clan familiar, desde el Doctor Modesto Armijo, Ministro de Instrucción Pública y hermano de mi abuela Lucila, hasta el cumiche de esta inmensa marimba, desfilaba con las manos juntas ante la Matriarca. Ella, con su humor característico, parecía pasar lista, mencionando a cada uno por su nombre, al tiempo que ponía en nuestras manos un huevo chimbo y una cajeta de leche, dulces que personalmente elaboraba su sobrina Teresita.

La Tere, como le decíamos, era –desde jovencita- el alma de esa casona solariega, donde echó sus raices el frondoso ceibo de los Armijo. Muy cerquita de la pulpería, que ella manejó hasta el último día de su vida centenaria, se alzaba el palo de almendras, testigo de nuestras correrías infantiles.

Como la prima de Antenor Sandino Hernández, María Mercedes, que inspiró el famoso soneto del Poeta descalzo de León, María Lourdes Paguaga Huete se convirtió en la musa silenciosa de mis primeros versos, que más tarde empollaron esta canción.


AQUEL ALMENDRO DE ONDE LA TERE

Aquel almendro de onde la Tere
es el testigo de mi niñez
bajo su fronda de ancha mesura
caí redondo de calentura
por tu cariño María Inés

Zapatos burros, pantalón chingo
miré la aurora de tu rubor
vi el fondo claro de tus pupilas
como dos pozas de aguas tranquilas
donde mi infancia se sumergió

Si me preguntan por qué tu nombre
no lo podría nunca olvidar
has de saber que lo llevo dentro
en el aroma de los almendros
que hoy retoñaron en mi solar

Hoy que pasé por la pulpería
la Tere Armijo me vio llorar
en mis pestañas alborozadas
quedó una lágrima rezagada
de aquel ayer que no volverá

Mirando al fondo de la casona
mi pecho todo se estremeció
sentí de golpe toda mi infancia
cuando llegaron con su fragancia
las hojas de aquel almendro en flor

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