Por Carlos Mejía Godoy
Qué lindo sería volver a aquellos años de nuestra infancia y disfrutar todo ese racimo de vivencias en mi querido Somoto. Las añoranzas se acumulan, pero en medio de esa densa neblina, hay cosas que permanecen “claritas como el ojo del piche”. Por ejemplo, las Purísimas, con toda la magia de los cachinflines y las triquitracas. Mi padre, Chas Mejía, se apareció una tarde con una “cargacerrada” que le habían regalado en la Aduana, donde trabajaba.
La noche del 7 de Diciembre, entre los cantos entonados a la Virgen y la repartición de los “brindis”, le pegamos mecha a aquel chirrión colorado en la acera de nuestra esquina. Para nosotros fue una especie de ceremonia en la que nos sentimos involucrados, sin el menor riesgo de sufrir quemaduras. Quién causa tanta alegría?, gritó mi abuelita Lucila. Y la respuesta se escuchó en toda la cuadra. Ahí nomasito vino el desfile de cañas, ayotes-en-miel y los limones dulces con su banderita de papel rosado, que se movía “pizpireta” al ritmo de los himnos marianos. Por supuesto, no faltaba la horchata y la clásica “sosolca”, que por muchos años, ya cincuentón, seguí disfrutando gracias a la generosidad de Doña Rosita Díaz, quien –cuando llegaba a pasar vacaciones- me enviaba un semerendo pichel y un papelito con su hermosa letra de profesora: “ Carluchín, nunca te olvidés de los refrescos de tu amado Somoto “.
Y de verdad. Nadie, ni el Alzheimer más tenaz, borrará de mi mente aquellos paquetes y gorras repletos de gofios inefables, leche-burras, confites y colmenas; las cajetas de leche de Doña Rosa Padilla, los caracoles de la Cholita Núñez, los huevos chimbos de la Tere Armijo, los pirulines de las Ríos y las figuritas de azúcar de la Engracia Báez.
Pasada la euforia de las Purísimas, venía la Navidad. Entonces, nuestro pueblo aún conservaba la tradición de los Nacimientos o Misterios. En cada hogar las familias cristianas se afanaban en armar sus humildes retablos, sin tener que visitar un supermercado para adquirir imágenes importadas, ajenas a nuestra identidad. Confieso que durante mi adolescencia, jamás vi un Santa Klaus, un trineo o un muñeco de nieve. Los arbolitos verdes de pino natural, se adornaban con el “paste de montaña” y los elementos artesanales que el pueblo inventaba.
Recuerdo con especial añoranza el famoso Nacimiento que creaba cada Diciembre el inolvidable Nachito Ocampo Pinell. Y es que mi talentoso primo se lucía, volcando su imaginación desbordante: Cerritos, ríos, lagunas, saltos de agua, cañadas, lomas y barrancos. Y en medio del paisaje mágico, el humilde bajareque donde el Redentor del Mundo recibía aquel inmenso río de campesinos, pastores, angelitos, reyes magos y hasta un ejército de soldaditos de plomo, que parecían hacer una tregua en su zafarrancho de combate, para llenar sus cascos de madroños y pascuitas.
Y de pura cabanga, recordando aquellos días de mi Navidad somoteña escribí el año 1970, mi primer Son de Pascua.
Un gajo de Chilincocos
Letra y Música
Carlos Mejía Godoy
Un gajo de Chilincocos
te traigo Niño con mi cantar
para adornar tu chinchorro
en estos días de Navidad
Un gajo de Chilincocos
que en el camino vi reventar
Chilincocos de mi tierra
te traigo Niño esta Navidad
Soy un pobre campesino
me llamo Julián Potoy
ya bajé de la montaña
y hacia tu ranchito voy
Una botella de crema
te traigo de Ducualí
te traigo un chanchito curro
que he engordado en Estelí
Un gajo de Chilincocos
te traigo Niño con mi cantar
para adornar tu chinchorro
en estos días de Navidad
Un gajo de Chilincocos
que en el camino vi reventar
Chilincocos de mi tierra
te traigo Niño esta Navidad
9 dic 2008
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2 comentarios:
Desde Cosoleacaque, en el estado de Veracruz (Mexico) con esos chilincocos tambien soñaba debajo de una pomarrosa, con una hojuela embarrada de pasta de camote en la mano... nunca supe que son los chilincocos, pero me los imaginaba como un racimito de coyoles o de paquis o de guayas... hasta el día de hoy sigo ignorante de que es ... pero se lo he cantado a mis hijos y dentro de poco a mi nieta
En Nicaragua se comoce como chilincoco una pequeña fruta roja que emerge de una flor blanca parecido al jazmin pero de mayor tamaño e inolora. Entre cada petalo nace una frutita que es comestible. Tiene pulpa blanca y una pequeñisima semilla única en forma de gota. Producida por un pequeño arbusto que crece solo en algunas zonas del trópico seco del país, como el valle de Sebaco, Matagalpa.
El chilincoco tiene agradable sabor dulce por lo que muchas personas del campo las consumen.
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